Hace ya un tiempo estuve leyendo una carta que mi bisabuela le escribió a su institutriz. Fue una experiencia extraña. Para comenzar, la carta estaba escrita en alemán, idioma que no conozco en absoluto, y mi tía abuela (su hija) en conjunto con mi mamá hicieron la traducción del texto.
La epístola me despertó dudas, ¿era realmente una carta? Si lo fue, ¿por qué nunca fue enviada? En la familia decían que ella tenía un gran talento literario. Puede que adoptara el estilo epistolar al redactar sus memorias. Si lo que pude leer fue un fragmento de sus memorias, ¿qué pasó con el resto?
La descripción de un mundo que el viento se llevó me entristeció.
Mi bisabuela nació en una familia noble del imperio Austro – Húngaro. Si bien su padre no era primogénito tuvo suficiente dinero para comprar una propiedad (o varias, ya no lo recuerdo bien) cuando así lo requirió. Se casó «bien», con una veneciana con la que no tenía nada en común y al poco tiempo el matrimonio se separó. A los siete años a mi bisabuela le dijeron que ahora le tocaba vivir con su padre que era polaco. Así, probablemente fruto de un matrimonio infeliz, mi bisabuela resultó siendo hija única (por lo menos legalmente pues los hijos de fuera del matrimonio entonces mo se consideraban) lo cual significaba que era un excelente partido pues heredería las propiedades de su padre lo cual no hubiera pasado si tuviera hermanos.
El texto era conmovedoramente sincero y me hizo pensar sobre las diferencias sociales y la nula movilidad social en el pasado. Comenzaba con la descripción del baile que organizaron en su honor cuando llegó a las propiedades de su padre. Mientras en el salón de baile se divertían los invitados, los judíos y los campesinos admiraban todo por la ventana. En el baile estaban presentes las hijas del administrador de la finca que a pesar de haber sido invitadas no eran un partido atractivo pues no poseían propiedades. Mi bisabuela percibía la incomodidad de las muchachas y admiraba su belleza. Me resultaba sorprendente lo claras que eran las diferencias sociales, lo inamovibles, difíciles de superar. Cuando pensamos en el pasado muchos tenemos la tendencia a idealizarlo, pero recordemos que no todo pasado fue mejor.
¿Es muy diferente la sociedad hoy? Creo que sí, pero sólo hasta cierto grado y mucho depende de dónde vives y de dónde eres. En el Perú y en general en América Latina existen enormes desigualdades. Oxfam publicó hace poco un informe Privilegios que niegan derechos: desigualdad extrema y secuestro de la democracia en América Latina y el Caribe. En este texto explican que América Latina y el Caribe (ALC) es la región más desigual del mundo, seguida de África Subsahariana. ¿Y qué tiene de malo la desigualdad?, podrían preguntar algunos. Pues la extrema desigualdad en nuestra región está asociada a la falta de oportunidades y al secuestro de la democracia por los grupos pudientes que se preocupan más por promover sus intereses y en consecuencia no defienden los intereses de quienes sufren de falta de oportunidades.
Por otro lado, la desigualdad no es igual en todos los paises de ALC, si tomamos en cuenta el índice Gini los países más desiguales de la región son en este órden: Surinam, Haití, Honduras, Bolivia, Guatemala y Brasil.
¿Significa eso que en ALC es imposibles escalar socialmente? No lo creo. Pero el esfuerzo es titánico, y un poco de suerte no viene mál. No he estudiado con exactitud la situación de otros países pero en Perú la posición de ciertos grupos excluidos es extremadamente difícil, especialmente de las mujeres nacidas en el campo, tema que se merece una entrada aparte. Espero que con el tiempo estas desigualdades se atenuen en vez de agudizarse…